Todas las clases de pole dance tienen un entrenamiento muy activo porque el baile requiere que todos los músculos y articulaciones estén adaptados y con mucha lubricación para que no hayan lesiones.
Por Ana María Pareja
bitacora@eafit.edu.co
La academia a la que íbamos, Licsu, ofrecía una clase de prueba de pole dance. ¡Y qué momento más oportuno para hacerla que en pleno reportaje sobre el tema! La recepcionista nos recibió con un saludo cordial y anotó nuestros nombres en una planilla: Cristina Ramírez, Camila Mesa y el mío.
Cristina nació el 1 de septiembre de 1988 en Medellín. Estudió en el Colegio San José de las Vegas, del cual se graduó en 2006, y está en séptimo semestre de Psicología en la Universidad CES. Es extrovertida, animada, alegre y cálida hacia quienes la rodean. Su piel trigueña combina con sus ojos verdes y su cabello castaño claro, acompañados de una figura esbelta y delicada.
De cabello negro, piel clara, ojos cafés y 1.65 de estatura, Camila se identifica como perfeccionista, disciplinada y cuidadosa en todo lo que hace. Es reservada en sus asuntos personales, pero abierta para hablar de cualquier tema, expresando siempre lo que siente. Es estudiante de quinto semestre de Comunicación Social en la Universidad EAFIT.
El lugar donde ambas recibirían la clase aún no estaba totalmente decorado: el local había sufrido una exhaustiva remodelación y sólo habían tubos, espejos y tres pequeños cuartos con cortinas para ponerse la ropa adecuada para la práctica, compuesta de un short corto, camiseta de tiritas -ojalá pegada al cuerpo-, el cabello recogido y nada de anillos o pulseras.
Este baile se ha convertido en una de las expresiones más populares y revolucionarias del momento: combina el fitness, la danza y las expresiones sensuales haciendo acrobacias en un tubo de metal. Es un deporte y una habilidad que incorpora movimientos gimnásticos con la belleza del ballet clásico y la danza moderna.
Para Cristina, el vertical dance es un ejercicio que ha entrado con fuerza a las academias y gimnasios de Medellín y su objetivo, aparte de tonificar el cuerpo, es divertirse bailando y explorando esa feminidad que cada mujer lleva dentro y que por muchos motivos no puede dejar salir: “Me ayuda a despejar mi mente, a distraerme y por tanto disminuyo el estrés de mi vida”.
¡Al calentamiento!
La clase comenzó con el calentamiento de los músculos, en especial los de la espalda y brazos pues, aunque todos deben activarse, son estos los que sostienen el peso del cuerpo.
A pesar de las quejas de las nuevas alumnas, la profesora las motivaba a hacer los movimientos. En Licsu los instructores son dedicados y entregados a esta disciplina. Se nota que disfrutan su profesión y saben tratar a la gente.
Luego del calentamiento y del estiramiento empezaron a aprender los giros y agarres más sencillos, entre ellos el giro salsa, el básico, el agarre simple y el doble.
Al ritmo de una música suave iban practicando las posiciones y movimientos principales, mientras que la profesora les explicaba la terminología.
“La primera clase fue súper buena, primero un calentamiento básico como cuando uno va a realizar cualquier otro ejercicio. Después empezaba la clase en forma donde uno, con ayuda de la profesora, va montando una coreografía previamente establecida por ella. Enlazando la coreografía uno se toma demasiado tiempo, prácticamente toda la clase, pues aprender los pasos y la técnica siempre se demora. Fue muy chévere y divertido. Al final se ve el resultado, la coreografía en sí”, cuenta Camila.
Cristina empezó diciendo que no era capaz, que no tenía fuerza, ni resistencia, y Camila (foto) “¡ay no, yo no sirvo para esto! Hace como seis meses no hago ejercicio”.
Los primeros bailes son fáciles ya que la alumna debe coger fuerza y resistencia poco a poco; además, debe ir entrenando sus músculos para este tipo de movimientos.
La academia
“Licsu es un nombre que tiene un significado personal que se plasmó como la marca”, cuenta su dueña. Nació como empresa hace dos años con la llegada del pole dancing a la academia, pero Carolina Suárez lleva trabajando seis años con el programa de Yoga-Pilates en entrenamiento físico.
Tiene como objetivo seguir creciendo como organización, aumentar su número de sedes, conservar el trabajo descentralizado con diferentes empresas, y especializarse con las mujeres porque es un trabajo distinto al de otros gimnasios que manejan técnicas deportivas adaptando las máquinas a las mujeres: Licsu nació por y para las mujeres.
Carolina Suárez, la propietaria, es una entrenadora física que estudió enfermería, yoga y se dedicó a temas de salud y deporte hace varios años. Es profesora de yoga certificada, para lo cual tuvo que viajar al exterior porque en Colombia no certifican a estos profesionales.
“Cuando viajaba a las capacitaciones de yoga en Argentina, que es un país muy bueno para inscribirse en estos talleres, aproveché y me capacité en pole. Practiqué en varias academias para tener diferentes opciones”.
Empezó a finales de 2008 porque cuando lo conoció le gustó debido a que es un deporte que, aparte de moldear el cuerpo, es un ejercicio que nunca acaba porque siempre se está aprendiendo más y más.
“Es divertido y muy femenino. El problema es que las personas lo han enfocado muy distinto, puesto que la perspectiva que tiene la mayoría de la gente es que es un baile erótico”, comenta.
En este lugar de entrenamiento femenino hay tres tipos de programas principales:
Pole dance como técnica deportiva: con sus coreografías básicas.
Cardio pole, una actividad dinámica y aeróbica tipo rumba: “Uno se divierte, quema calorías y utiliza la barra como elemento de tonificación, para trabajar brazos, piernas o estiramientos, además de aprender uno que otro giro. Se adapta a la coreografía”, afirma Carolina.
Y Licsu pole, una mezcla de media hora de pole dance y media hora de ejercicio cardiovascular y rumba.
También ofrecen una parte orientada al Yoga-Pilates como acondicionamiento físico y complemento. “Cuando uno practica una técnica deportiva aeróbica es bueno complementarla con ejercicios localizados y fuerza anaeróbica, para eso trabajamos la combinación de Yoga-Pilates donde se entrena la respiración, estiramiento, control del cuerpo, relajación y tonificación”.
Además están los bailes callejeros o street dance, donde entran en juego el reggaeton, hip-hop y champeta, es decir la música que siempre hemos querido bailar adecuadamente y no sabemos cómo. Con esta clase se puede aprender a bailarlos.
Una buena experiencia
Mientras observaba la clase y los movimientos que hacían, me dieron ganas de dejar tirada la cámara y unirme a su práctica.
Es un ejercicio entretenido con el que las mujeres pueden desinhibirse y sacar su feminidad sin miedo a ser juzgadas. En esta academia la gente está enfocada en bailar, pasar rico y aprender, no en fijarse cómo se viste la del lado o si tiene cuerpo bonito o feo.
“La experiencia me gustó mucho, sobre todo porque soy muy tímida y lo que observaba en las otras academias era que las mujeres que iban eran demasiado tesas, tenían unos cuerpos súper voluptuosos y yo apenas aprendiendo me parecía demasiado intimidante”, cuenta Cristina con una sonrisa que evidencia que le gustó la clase y la academia.
“La primera vez que se hace una clase de pole dance uno está nervioso y más en las horas de la noche cuando aumenta la cantidad de personas. Uno sale contento: sudé, bailé, aprendí cosas nuevas, quemé calorías, hice ejercicio, me divertí, disminuí el estrés y ya quiero volver mañana”, cuenta Carolina.
También afirma que el vertical dance es una combinación de ambiente, música y ejercicio, en comparación con otras disciplinas que prometen quemar miles de calorías y bajar de peso en tiempos inimaginables.
“Lo principal es que las mujeres vengan a estar tranquilas y seguras de no tener al novio o a las amigas mirándolas cómo bailan o qué ropa se pusieron”, afirma.
Nos gustó este lugar, sus propuestas novedosas animan a muchas mujeres que quieren hacer ejercicio de una manera diferente, divertida y sin presiones. Es una práctica que siempre deja con ganas de más, que cada día se aprenden cosas nuevas, que se avanza en cada una de ellas, en las que siempre hay más.
A Camila le gustó mucho y se sintió a gusto: “Es como una degustación, a uno le dan más ganas de seguir y lo animan a que continúe con las clases; con el tiempo uno se dará cuenta que con cada clase se avanza más, hace cosas diferentes y obtiene resultados distintos. Me gustaría empezar esta disciplina aunque sé que hay personas a mi alrededor que no están de acuerdo”.
Definitivamente, el tubo entró como una de las tendencias más chic de Medellín. En otra oportunidad me gustaría probarla porque no me quiero quedar con las ganas de hacer parte de esta “revolución femenina”.
Tiene razón, la academia LICSU es un sitio donde se pasa increíble, ademas de notarse lo preparadas y profesionales que son las profes luego de que uno hace la primer clase se acaban todos los miedos y tabúes que hay, se termina muerta del cansancio pero con una sonrisa inmensa y con ganas de volver.
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