jueves, 3 de septiembre de 2009

Un trueque de emociones en las tablas

Sobre la pared del camerino hay un gran espejo, cuadros con imágenes de Chaplin, un recorte de periódico, un afiche de García Lorca y una pequeña imagen de Andrés Caicedo. El Teatro El Trueque se alista para una nueva función. Crónica.

Las imágenes son de momentos previos a la función y de la obra Hijo de Satanás.

Texto y fotos María Clara Jaramillo Muñoz
mjaram29@eafit.edu.co

Al cruzar las puertas de madera de la vieja casa se siente un ambiente familiar; las personas saludan amigables, se ven sonrientes, van de un lado a otro, discuten banalidades, se carcajean, cuentan historias, gritan, cantan y así no tengan parentesco parecen una sola familia. O bueno, podría decirse que lo son.

Les une un lazo bello. Pueden sobrevivir sin él, pero sin él no tendría sentido sus vidas: el arte del teatro.

Son los integrantes de El Trueque y están en su sede del centro de Medellín, en la carrera 40 No. 50B 32, al lado del Teatro Pablo Tobón Uribe, después de la panadería. Posee la arquitectura de casi todos los teatros pequeños de la ciudad: casas viejas con puertas y ventanas de madera al estilo colonial, pisos de coloridas baldosas y patio trasero.

A la entrada hay un salón adecuado como bar; a la derecha sillas de colores rosadas y amarillas; a la izquierda más sillas y mesas iluminadas por la frágil luz de las velas. Al fondo una nevera llena de cervezas, afiches en la pared y el equipo de sonido que inunda de sabor el ambiente al ritmo azaroso de Richie’s jala jala.

Tras cruzar el bar, los baños y una oficina está el camerino donde hay movimiento. Mientras una de las actrices se maquilla, dos más pelean ruidosamente por una plancha para el pelo. “Necesitamos con urgencia una donación de planchas”, dice una apenas se siente observada.

"Le presento a las brujas”, dice en broma José Félix Londoño Zuluaga, el director. Son Tatiana Restrepo, Andrea Cadena y Daniela Londoño, quienes harán el papel de colegialas en esta obra.

Pasando el camerino hay un vestidor donde los actores no consiguen privacidad pues es paso obligado para la cocina y al patio en el que está Sebastián Bedoya picando tomate sobre una tabla para hacer hogao y comer con arepa más tarde. Ellos se reparten las labores por días y le tocó encargarse de la comida para todos y que el lugar esté limpio y en orden.

Todos los días se reúnen desde las dos de la tarde para ensayar; este es el trabajo grupal, pero existe el individual que es la investigación que cada uno hace sobre las obras que están montando.

Su historia
Ya son ocho obras las que han montado y tres que están en proceso: El ángel de la culpa, de Marco Antonio de la Parra; Roberto Zucco, de Barnard-Marie Koltès, que estrenaron hace un año, Corazón delator, un monólogo de Edgar Allan Poe…

La última, Hijo de Satanás, la propuso el director quien venía con deseos de montar algo del mordaz, crudo y bajo mundo de Charles Bukowski. “Fue un reto pues Bukowski no se presta para teatro, pero logramos adaptarla y a todos nos gustó”, comenta Santiago Gómez, quien actúa como ‘Federico’.

El Trueque fue creado por su actual director hace 12 años con El ángel de la culpa, montada para un trabajo de la universidad. Surgió un nombre, tal vez improvisado en el momento, pero después de varios intentos por cambiarlo ya estaba fijado como su identidad.

Todos estos años el grupo no tuvo sede propia; se presentaba en el Matacandelas, en el Lido, en la Alianza Francesa, en Hora 25, en La Oficina Central de los Sueños y en otras salas que les abrieron sus puertas. Así fue hasta hace unos pocos meses que consiguieron su propia sede, su punto de encuentro, su hogar.

Al fondo suena una emisora mal sintonizada. Sebastián trapea el escenario y Víctor Castaño, “Chilapo”, arregla las luces; es quien lleva menos tiempo en el grupo: se vino de su tierra, Urabá, y dejó su grupo de teatro Camaleón Urabá, en el que estuvo cinco años, pues quería aprender más en Medellín. En el camino se encontró con El Trueque.

Mientras Jhoany Castaño enfila en el suelo unos vasos fosforescentes y va sirviendo en cada uno un líquido con sabor a maracuyá y a lulo (que acompaña la arepa y el hogao) comenta que son 10 años los que lleva como actor, que antes estaba en el TPM (Teatro Popular de Medellín) o “Tepe” como le dicen algunos; al igual que Sebastián, allí conoció a Félix y continuó con él.

“Antes de una función puede pasar cualquier cosa: los actores se cortan y tienen que improvisar, se daña el sonido: esta semana se nos dañó 20 minutos antes de la función”, explica el director.

“Ayer se me rompió la camiseta cuando estaba actuando”, agrega Andrea, mientras Jeison Zuluaga señala su camisilla con sangre sin lavar aún, corroborando lo que dijo José Félix.

Cualquier cosa puede suceder. Negro, su perro, cierta vez entró al escenario en plena obra. “Yo no vi cuando se metió al monólogo”, dice Jhoany. “Pero actúa hasta bien”, agrega Sebastián.


A escena
Después de comer y lavar los platos, las niñas se maquillan y se ponen sus uniformes de colegialas, mientras los hombres se maquillan: es extraño verlos en esas, más aún si lo hace con destreza.

Luego, el calentamiento del cuerpo y de la voz que hacen de variadas y divertidas maneras, con estiramientos individuales y grupales.

El Trueque tiene abiertas sus puertas al público desde los jueves. Grupos musicales, conversaciones en el café, ciclos de cine, servicio del bar y semana Trueque, donde la entrada a los eventos puede ser cualquier objeto que se quiera regalar, son otros eventos que hacen parte de las funciones del teatro.

Han viajado a presentar sus obras al Teatro Alternativo de Bogotá donde obtuvieron el segundo puesto como mejor grupo nacional, al Festival Internacional de San Carlos, a Cali, a Manizales…

Después de adecuar el cuerpo y la voz, de ensayar diálogos y estar listos con vestuario y maquillaje, se reúnen en el escenario haciendo una ronda tomados de las manos para concentrar la energía y aquietar sus mentes.

Suena el segundo timbrazo, la gente no demorará en entrar. Corren de nuevo al camerino y el escenario queda en penumbra. El corazón les comienza a latir con fuerza, la respiración se torna más constante, los pies quieren correr a todas partes y a ninguna, los diálogos pasan fugaces por sus cabezas…

“Llevo presentando esta obra tres años y todavía me dan nervios. El día que no me den dejo de ser actriz”, cuenta Andrea con emoción. Y Tatiana comenta: “Yo me quedo como estática pensando en las escenas, en lo que hay que mejorar, en lo que me equivoqué ayer y hoy debo corregir”.

“Aunque sea la función número 100, siempre nos dan nervios; sentimos que el baño nos llama”, asegura Jhoany.

Todo esto pasa en un instante. Miles de emociones y sensaciones se aglutinan mientras en la oscuridad del escenario los espectadores aguardan. Suena el tercer timbre, el definitivo. Entonces los actores dejan de ser quienes son y se metamorfosean en sus personajes. Comienza la función, comienza el teatro.

2 comentarios:

  1. ¿La función es en un teatro que se llama El Trueque o es en Las Tablas?
    Eso no queda muy claro con el título, porque Las Tablas es una corporación cultural que queda en otro sitio y hasta donde yo se, están presentando "Todas tenemos la misma historia" dirigida por Julio Cesar Peláez..... :D

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  2. Es en el teatro El Trueque; "las tablas" es para hacer alusión al escenario, si ese fuera el nombre del teatro, sería Las Tablas, con mayúscula.

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