martes, 26 de octubre de 2010

“Quiero ser un muchacho que vuela en avión”

Las capacidades artísticas y su gusto por las manualidades, son prueba de la sensibilidad poco convencional que posee.
 Es raro el día que Jerónimo Valencia no llega a su casa con una carita triste en el cuaderno. En los grados de jardín del Colegio Pedagógico Claret, es el niño más conocido por sus travesuras. Aunque es obligación sancionarlo en el mismo rincón donde los demás compañeros deben pararse cuando se comportan mal, los profesores no lo hacen porque se enternecen por las curiosidades con que resulta. Crónica sobre un "niño índigo".


Por Daniela Ardila
bitacora@eafit.edu.co

Jerónimo tiene cuatro años. Aunque es el más indisciplinado y con rendimiento académico más bajo de todo el salón, su profesora Martha Dávila dice sin titubear que es el más inteligente: “Parece increíble, pero su indisciplina se debe a que domina los temas que aquí les enseñamos, por eso prefiere dedicar ese tiempo a hacer maldades. Nunca se me va a olvidar un día que trajo una de esas bombitas que son rellenas con maizena y la estalló en medio de la mesa para que él y sus compañeros quedaran todos blancos (risas)”.

“Cuando un niño hace algún daño o se pone a pelear con los compañeros debemos sancionarlos. Las sanciones en el grado jardín las acordamos con ellos a principio de año. Ellos decidieron que debíamos castigarlos enviándolos a un rincón del salón por cinco minutos que teníamos que ponerle una carita triste en la mano. El problema con Jerónimo es que como no le gustan las caritas tristes se las borra, entonces si no se la ponemos en el cuaderno en su casa no se darían cuenta de que se comportó mal”, cuenta su profesora.

“En estos días me pusieron otra carita triste porque estábamos jugando al que le desamarrara el zapato al otro. Entonces nosotros nos amarramos los zapatos y uno tiene que quitárselo al otro niño y después ponérselo”, cuenta Jerónimo.

A diferencia de muchos seres índigo, Jerónimo es hiper-sociable. Su mamá, Laura Herrera, dice que sin importar que sea el más pequeño de todos los primos, siempre logra confabular para hacer un desorden impresionante en las reuniones familiares.

“Es como si fuera el alma de las fiestas, todo el mundo quiere verlo corriendo por todas partes. La Navidad pasada se fue a pasar las fiestas a Barbosa, Santander, donde su abuela paterna y, para ser sincera, no fue lo mismo. Es como si él fuera el centro de atención de la familia”.
Jerónimo, un ser índigo, hipersociable,
tiene alma de fiesta, no para de correr.

Jerónimo es el hijo menor de su núcleo familiar, nació 19 años después de su hermano Jacobo: “Para nosotros es muy difícil adaptarnos a los cambios que trajo el nacimiento de mi hermano menor. Antes teníamos una familia de ‘adultos’ y luego llegó él. Desde eso no ha dejado de necear ni un solo segundo. Muchas veces, cuando mi papá o mi mamá le pegan, me da mucho pesar porque las cosas que hace son típicas de su edad, lo que pasa es que para ellos es muy complicado entenderlo porque son grandes”.

“Cuando hago un daño me escondo en el baño y cuando me van a pegar me escondo en el baño otra vez. No me puedo ocultar debajo de la cama porque es más difícil porque está sucia, debajo de la cama hay unas cosas como… como sucias. Entonces me quedo en el baño con la luz prendida”, dice Jerónimo.

Amor por la naturaleza
Laura, su mamá, reconoce un talento especial en su hijo. Dice que su imaginación no tiene límites y aunque él dice que quiere ser “un muchacho que vuela en avión”, ella piensa que no sería raro que terminara siendo escritor, dramaturgo o pintor, pues tiene tanto la creatividad como las habilidades manuales e intelectuales para hacer lo que se proponga.

“Un papá león tenía un hijo león, entonces él se fue en un camión con la jirafa y después se fueron en un camión de basura y estaban buscando a Ryan, un leonsito que es más chiquito, y no lo encontraron. Después lo encontraron y se fueron a la selva… y ¡listo!”, cuenta Jerónimo.

Aunque pequeño, tiene conocimientos que los adultos son capaces de poner en práctica. Le gusta la naturaleza y es consciente de que cada uno debe ayudar a su preservación, enseña eso a toda su familia porque así se lo han enseñado los programas que ve en televisión.

“Mire, pa’ que tenga energía hay que apagar las luces. Mire, en ese Nick [Nickelodeon, canal de televisión para niños]… Mire, en Nick usted cuando es la hora de apagones usted tiene que apagar las luces, porque sí”, cuenta Jerónimo, quien habla con palabras entrecortadas por la emoción que le produce conversar acerca del tema.
La sensibilidad de Jerónimo lo convierten en un artista innato.
Martha Dávila, su profesora, explica que parece ser que la naturaleza es uno de los temas favoritos de Jerónimo:

“Como un recurso para que los niños se calmen un poquito, los acuesto a hacer una siesta corta, pues así liberan toda esa energía que han recogido a lo largo de la mañana. En muchas ocasiones Jerónimo prefiere no dormir para ayudarme a organizar las mesas y recoger la basura que dejan sus compañeros. Es de la única manera que uno no lo ve corriendo y gritando por ahí (risas)”.

Índigo artista
Todas estas conductas se presentan de manera muy frecuente en los seres índigo. Jerónimo es, sin duda, un niño artista, pues sin importar lo que él o su mamá quieren que sea cuando esté grande, tiene una sensibilidad enorme y una inclinación notable por los trabajos manuales.

Eso no debería extrañar a nadie porque esa es una de las tendencias más evidentes en los niños índigo.

Jerónimo Valencia, aunque no está siendo educado bajo una pedagogía acorde con sus necesidades, es un niño índigo íntegro, pues en su hogar lo han dejado ser y le han permitido descubrir sus cualidades a partir de la exploración constante de sus deseos.

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