viernes, 29 de octubre de 2010

Descubriendo el interior de un “niño índigo”

Las limitaciones del sistema escolar y que no siempre los padres están de acuerdo con las actividades son las principales dificultades para el trabajo con niños hiperactivos o muy creativos.
Al final de una casa grande en el barrio El Portal, de Envigado, hay un amplio patio rodeado de plantas, dibujos y trabajos en plastilina. En una mesa esperan unas tizas pastel, un trapo y una hoja que será pintada por Santiago Giraldo, un “niño índigo” de 9 años que llega para evaluación. Es el centro terapéutico De Guadalupe, fundado por Gloria Cecilia de Guadalupe, terapeuta antroposófica y asesora de padres y maestros.

Por María Clara Jaramillo
bitacora@eafit.edu.co

Suena el timbre y entra él: botas Machitas, sudadera y camiseta roja. Se ve alegre, sonríe y saluda amablemente, preguntando por los perritos Susy y Flaco, y por Juan Manuel, su antiguo profesor de plastilina y literatura en este centro hace un par de años. Fue traído a los 6 años por su mamá, Magnolia Parra, quien buscaba con urgencia un tratamiento para su hijo, que a tan corta edad ya había sido expulsado de dos guarderías.

Más tarde lo recibieron en transición en otro colegio, pero con la condición de que se le hiciera tratamiento sicológico o con ritalina. Los padres, conscientes de que ello no era lo adecuado, lo llevaron a tratamiento terapéutico espiritual porque “sabíamos que nuestro hijo era diferente y se podía tratar con otras cosas que no fuera droga”, dice Magnolia.

“En la primera cita el niño se mostró inquieto con los ojos y las manos, pero de un pensamiento y respuestas muy adultas. Cuando fue remitido a terapia de grupo se notó lo que había que trabajarle”, cuenta Gloria.

Con cada niño se hacen procesos más o menos iguales, pero con cosas que varían según la edad, temperamento y problema o asunto a tratar.

En el caso de Santiago, su trabajo inicial fue la carpintería y la culinaria; la primera para trabajar la figura del padre y madre, y la segunda para sanar la figura con el padre, representada por el fuego, pero que interiormente actúa sobre el femenino del niño armonizándolo, ya que es de un temperamento muy fuerte: el colérico. A eso se le fueron combinando otras terapias artísticas con el reiki.

“El niño se fue recuperando, armonizando, sin perder la fuerza que traía. Ahora es capaz de expresarse con palabras sin agredir, y es popular entre sus compañeros por expresar varias artes”, comenta De Guadalupe.

Ahora Santiago luce muy diferente a como lo cuentan. Después de una terapia cada ocho días por seis meses, pidió quedarse otro semestre en terapia artística, que para cada edad existe una diferente (acuarela, plastilina, barro, carpintería, telar, caricatura, cocina), y después de dos años sin asistir, su madre lo ha traído para una evaluación, pues a través de la información que se les da a los padres en este centro terapéutico conoció las diferentes etapas difíciles de la crianza como son los 9 y 12 años.

A Santiago le gusta la plastilina y tejer en telar, entre otras cosas. “Soy el más teso en artes de mi salón. Además, aprendo mucho y me relajo”, afirma.

El trabajo
A lo lejos se ve él muy concentrado dibujando, lo que en realidad es un tipo de test artístico que “al interpretarlo nos da una idea de cómo va en su relación consigo mismo, con el padre, la madre y con el manejo de su fuerza interior. De acuerdo a eso, si lo necesita, se ubica dentro de uno de los talleres para armonizarlo”, explica la terapeuta.

Ella lo observa con atención un poco retirada mientras él pinta cuidadosamente en silencio, pensando antes de hacer cada trazo. Frunce el seño y cierra un poco los ojos, al parecer ésta es la parte más difícil. Seleccionando el rojo y el morado pinta algo que podría decirse es un dragón u otro monstruo volador. No le pregunto para no sacarlo de su concentración.

Terminando su obra, mientras Gloria le presta atención, entra una señora rubia que sorprendida y abriendo los ojos exclama: “¿Este es Santiago, el hijo de Magnolia?"

Su nombre es Lilian Castrillón, paciente de Gloria, amiga de Magnolia, quien había conocido al niño años atrás en su época más difícil, y desde eso no lo veía.


Con Santiago el trabajo inicial
fue en carpintería y culinaria.
  Después de conversar unos minutos con él, empezó a contar su impresión:

“Ay no, yo estoy admiraba con Santiago, es increíble todo lo que ha cambiado. Es que ese era un diablo ¡Qué diferencia! Cuando yo iba a hacerle visita a Magnolia, a mi novio y a mí nos tiraba cosas, mordía a la visita, lo echaba a uno desde que entraba. Verlo ahora tan serio, responsable, juicioso, calmado, conversador, atento… ¡Mejor dicho, es un cambio impresionante que no creí que se fuera a dar de tal forma en él!”.

Luego lo comparó con su hijo Sebastián, quien también estuvo en terapia allí y obtuvo un cambio importante. El caso era diferente: sufría de una timidez extrema, cosa que con la ayuda logró superar y ahora se puede desenvolver con facilidad. Ese, por el contrario, es un “niño cristal”.

Magnolia vive muy agradecida: “Si no hubiera sido por ustedes, no sé qué hubiera hecho. Probablemente mi hijo estaría como un bobito, lleno de droga, o como un loquito de tanto castigarlo”, le expresa a Gloria, Sandra Calderón y Diego Gil, otros colaboradores del centro terapéutico.

Muy inquieto
Al preguntarle a Santiago sobre cómo era antes y cómo es ahora, comenta moviendo afanosamente sus brazos y mirando fijamente a los ojos y luego a la mesa: “Es que yo antes era muy malo… Pues no malo, si no que hacía cosas malas que no se deben hacer y todos me gritaban, y después aprendí a portarme bien y a respetar a los otros”.

A De Guadalupe llegan muchos niños a terapia traídos por algún familiar, casi siempre por el mismo problema que Santiago, pues son vistos como chicos problema a los que sólo se les corrige dándoles droga o llevándolos donde sicólogos, y no tratados como “niños índigo”.

Esos pequeños después, siendo jóvenes, llegan por voluntad propia interesados por los talleres a los que son invitados, que se hacen dos veces por semestre, donde se trabajan los temperamentos, conocimiento de sí mismo, autoestima, sexualidad y amor.

Al contrario de lo que piensan muchos, para personas como Gloria el trabajo con este tipo de niños no es tan arduo como parece o dicen por ahí:

“Sabemos que con las terapias, independiente del problema, todos los niños responden. Se necesita una autoridad firme pero amorosa, una comprensión de quién es el niño y a qué viene. Comprender esto nos hace mirarlo con respeto, no como un niño enfermo y maleducado, y unas actividades amenas que le lleguen al alma. Con eso son felices, porque aquí los entienden”, concluye Gloria de Guadalupe.

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