sábado, 27 de marzo de 2010

De salto en salto por los Suramericanos


Una interminable fila de carros parqueados a las orillas de la carretera indica que el lugar de la competencia ecuestre no está lejos. Al frente de la portería donde será el torneo, uno de los celadores grita: “La entrada es libre, la entrada gratis, lo único que no puede entrar es el carro, solo el de los socios del club”.




Reportaje gráfico de Mariana Ramírez Vidal
mramir39@eafit.edu.co

Dos filas, una para mujeres y una para hombres. No se permite el ingreso de alimentos ni bebidas. Y luego de pasar una requisa, los asistentes reciben una manilla verde que dice “Club Campestre Medellín-Llanogrande”.

El cielo es azul claro con una leve capa de algodón blanco. El sol resplandece en un paisaje del Oriente antioqueño donde el verde de los árboles y el aire fresco son protagonistas.

El panorama femenino es singularmente elegante y parecido: botas de cuero, jeans, pashminas de colores, sombreros de todas las clases y gafas de sol.

En el recorrido hasta la pista de salto hay carpas donde se venden productos equinos y se dan degustaciones de alimentos y bebidas.

Con la tarima llena y el público emocionado, la competencia inicia. Uno a uno los 21 participantes salen con sus caballos a dar lo mejor de sí en las finales de velocidad y destreza.

A lo largo de la pista de salto hay obstáculos que varían en altura y ancho. Cada participante debe hacer el recorrido en el menor tiempo posible intentando no derrumbar ningún obstáculo porque cada vez que esto ocurre al participante se le suman 4 segundos a su tiempo total.


El deporte ecuestre es uno de los más costosos si se tiene en cuenta que el participante, generalmente miembro de un club privado, debe correr con los gastos del transporte de su caballo al lugar de la competencia.


Un buen caballo de salto puede costar aproximadamente entre 50 y 150 millones de pesos colombianos (unos 25 mil a 75 mil dólares), dependiendo de su origen y sangre. Su mantenimiento en pesebrera oscila entre los 500 y 800 mil pesos mensuales (250 a 400 dólares).


Como la mayoría de los participantes antes de hacer su respectiva presentación, el jinete ecuatoriano Carlos Alfredo Narváez sale con su caballo Be Eme Doble Be a reconocer el territorio, especialmente los obstáculos más difíciles para evitar que su caballo se rehuse a saltar durante la competencia.


El público muy animado apoya a los participantes. Durante la competencia permanece en completo silencio y una vez finalizado el último obstáculo se estremece los aplausos.


Los niños participaron de la jornada con entusiasmo y comentarios llenos de inocencia y ternura.


El chileno Alfonso Andrés Anguita, con el caballo QR Pillan, se llevó la medalla de oro luego en una extraordinaria presentación con un tiempo total de carrera de 66 segundos.


Colombia logró el segundo puesto en la competencia con Carlos Hernando Ramírez, quien se perdió de la dorada por dos segundos y siete milésimas de segundo.


Además de recibir una cinta de color dependiendo del puesto ocupado, los caballos de este deporte olímpico desde 1990 son premiados con un balde lleno de rodajas de zanahoria.


En la segunda parte de la premiación los jinetes que ocuparon el primero, segundo y tercer lugar suben al podio y reciben su medalla. Luego se izan las banderas y se entona el himno nacional del país que ocupó el primer lugar, en este caso, Chile.


El ganador de la competencia hace “la vuelta de la victoria” a lo largo de la pista de salto con la bandera de su país en la mano.

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