El diseño y montaje de la ceremonia estuvo a cargo de Franco Dragone, uno de los creadores del legendario Cirque du soleil. Fue un espectáculo de luz y sonido, danza y color que quedará impregnado en la memoria de los asistentes por siempre.
Reportaje gráfico de Agustín Patiño Orozco
apatino@eafit.edu.co
elfarorojo.blogspot.com
En los alrededores del estadio Atanasio Girardot la gente iba y venía con frenesí. “¿Qué partido hay hoy?”, preguntó un despistado. “¡Pues la inauguración de los Suramericanos, hombre!”, le respondieron.
Las banderas de los 13 países participantes ondean sobre las cabezas de los asistentes al evento. Al ponerse el sol, el cielo se tiñó de rosa.
Un capullo en el centro del campo floreció espléndido y tornasolado. En definitiva, las luces fueron las protagonistas y se robaron todas las ovaciones.
Una por una, y seguidas de aplausos y gritos de apoyo, las delegaciones de los países competidores aparecieron en le campo y juraron solemnemente respetar el espíritu olímpico.
De nuevo cambió la luz. La flor está ahora madura y, como al ave fénix, arderá con el fuego en señal de nacimiento.
Explosiones constantes hicieron vibrar el suelo bajo los pies. El júbilo de los IX Juegos Suramericanos se encendió por fin en los corazones de deportistas y espectadores.
Reportaje gráfico de Agustín Patiño Orozco
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En los alrededores del estadio Atanasio Girardot la gente iba y venía con frenesí. “¿Qué partido hay hoy?”, preguntó un despistado. “¡Pues la inauguración de los Suramericanos, hombre!”, le respondieron.
Las banderas de los 13 países participantes ondean sobre las cabezas de los asistentes al evento. Al ponerse el sol, el cielo se tiñó de rosa.
Un capullo en el centro del campo floreció espléndido y tornasolado. En definitiva, las luces fueron las protagonistas y se robaron todas las ovaciones.
Una por una, y seguidas de aplausos y gritos de apoyo, las delegaciones de los países competidores aparecieron en le campo y juraron solemnemente respetar el espíritu olímpico.
De nuevo cambió la luz. La flor está ahora madura y, como al ave fénix, arderá con el fuego en señal de nacimiento.
Explosiones constantes hicieron vibrar el suelo bajo los pies. El júbilo de los IX Juegos Suramericanos se encendió por fin en los corazones de deportistas y espectadores.
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