En el marco de los IX Juegos Suramericanos, la llama pasó por la tierra de los silleteros. La coordinadora del Instituto Municipal de Deportes y Recreación (Inder) en ese corregimiento de Medellín y varios deportistas destacados de la zona portaron el mítico fuego, que encendió corazones a su paso.
Reportaje gráfico por Agustín Patiño Orozco
apatino@eafit.edu.co
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Quienes esperaban se entretenían con la feria artesanal. Collares, aretes, accesorios de todas las clases y colores, conservas, pasteles, vinos y comestibles se ofrecían sin compromiso a los turistas y curiosos.
A unos metros del parque, frente al comando de la Policía, una numerosa comitiva de la Institución Educativa Santa Elena aguardaba con banderitas en mano al fuego, el cual sería portado por uno de sus compañeros.
Apareció por fin la Llama Suramericana y fue entregada a Cristian Danilo Soto, destacado deportista del corregimiento. Aunque vaciló al principio, su paso se volvió firme unos metros más adelante. “Subí eso bien alto”, le gritaban sus profesores.
En manos del joven deportista, el fuego inició su recorrido hasta el pebetero del parque central, donde aún era esperado con ansias. A sus espaldas, el desfile de colores no tardaría en aparecer.
Detrás del frenesí de la llama, un grupo de "silleteritos bíblicos" caminaba representando la tradición más conocida del corregimiento. El color de las flores competía con el de las banderas de los países participantes en estos juegos.
A unos pasos del parque, el público no se aguantó y salió al encuentro de la dichosa llama: algo de mítico tenía de verdad ese fuego, que encendía corazones a su paso.
Las banderas ondeaban altivas. Los estudiantes de la Institución Educativa Santa Elena se peleaban por llevarlas, así no supieran muy bien a qué país representaban.
Con la bandera de Colombia en lo más alto, la llama sería por fin puesta en el pebetero.
En el momento de la verdad, las bocas se quedaron abiertas, hasta que el fuego ardió con fuerza en el pebetero. Después sonaron los aplausos.
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