jueves, 5 de agosto de 2010
Apostadores, un rostro poco conocido del mundo del caballo
Desde enero programan todo su año. Viajan de feria en feria y se les ve sin falta rondando por los coliseos. Sus apuestas van desde unos cuantos miles hasta millones de pesos. Los más constantes son alrededor de 15, pero hay decenas que son ocasionales. Por eso ser “apostador” es otro de los oficios de la actividad equina.
Por Laura González Molina y Sara Feria Valderrama
bitacora@eafit.edu.co
“Apuesto a un caballo, voy a un caballo, apuesto a un caballo, voy a un caballo…” son los gritos que se escuchan constantemente cuando los animales están en competencia.
Caminan por todo el lugar, van de un lado a otro buscando con quien apostar. Muchos que van a las ferias se sientan a observar y le hacen fuerza a un ejemplar, por lo que en ocasiones les gusta apostar algo de dinero. Los dueños de los caballos son otros a quienes les gusta hacerlo, pues esperan que el suyo haga una gran presentación y les gané a los demás.
Hay apuestas de 10, 20, 30, 40, 50 mil pesos y hasta de millones, eso depende de quién sea el apostador y de su capacidad económica. En ocasiones los propietarios “van” por mucha plata, entonces estos rebuscadores se unen para ir tras grandes sumas de dinero.
“Apuesto a un caballo, voy a un caballo”, pasa uno intentando sellar una apuesta:
- ¿Cuál le gusta? –pregunta un espectador.
- ¿A usted cuál le gusta? –responde.
- A mí me gusta el 10, ¿a usted?
- Yo me voy con el 3, ¿me da la recua? –la recua es cuando una persona “se va” con un caballo y le deja los demás al otro; éste no elige, sino que con cualquiera de los demás gana.
- No, la recua no, escoja un caballo –dice el del público.
- Bueno, vamos 20 mil pesos, yo con el 3 y usted con el 10 –se dan la mano y se cierra la apuesta.
Esto es lo que normalmente se ve en las competencias. No van solo con una persona, buscan a varias tratando de hacer diversas apuestas. Algunas son caballo a caballo y otras son caballo contra la recua. La recua generalmente “se da” cuando hay un ejemplar que viene ganando y existen mayores probabilidades de que lo siga logrando.
En los palcos, donde ponen mesas con sillas y la vista es mejor, hay meseros atendiendo: son más cómodos que las graderías y es donde los dueños de algunos caballos compran sus boletas.
Prefieren esos sitios pues son más exclusivos y están reservados siempre para ellos. Pueden salir, caminar, ir a ver sus ejemplares sin correr el riesgo de que les quiten el puesto.
Allí la competencia se vive de una manera diferente, más intensa, ya que casi todos tienen caballos que salen a participar. Además, son amigos entre sí.
Es como el VIP de las ferias equinas y casi siempre acuden las mismas personas: dueños de criaderos, propietarios de algún caballo y sus amigos.
Los palcos se compran con anterioridad, pueden ir 10 personas los tres días de la reunión y su precio varía dependiendo de la feria: hay desde 600 mil pesos hasta 5 millones. Allí es de donde se sellan las apuestas más grandes.
“Quién va por $300 mil, señores”
Los apostadores son expertos en el mundo equino, su vida gira en torno a los caballos. Por eso cuando sus favoritos están en competencia y los ven en una buena posición hacen apuestas, ya sea con los rebuscadores o con otros expositores.
Hay competencias donde las apuestas son emocionantes, sobre todo en las de caballos o yeguas mayores, y en los campeonatos, pues en estas siempre hay algún favorito que sobresale ante los demás, alguno al que todos le quieren ir porque casi siempre gana.
En la 34 Exposición Equina Copa Ciudad de Medellín, que se realizó el 23, 24 y 25 de abril de 2010 en el coliseo Aurelio Mejía, la competencia de caballos mayores fue todo un espectáculo. Los favoritos eran Prodigio y Onix, a simple vista se notaba que sobresalían.
El gran problema, y que pocos conocían, era que Prodigio a veces se pone bravo, le da rabia, se desespera y lo sacan de la pista. Tal como sucedió en la parada Mundial del año pasado en Pereira, donde se enojó y se fue contra las vallas y lo sacaron por indocilidad.
Le gente que había ido a la feria de Medellín o que sabía lo que había pasado con él estaba con Onix, esperaban el error de Prodigio.
Por eso se hicieron grandes apuestas confiados en que el animal iba a fallar. Todos estaban parados y atentos: era una competencia de una excelente calidad, donde con el más mínimo error se daba una ventaja.
Un hombre recibió una llamada y con el teléfono en la mano gritó: “Me están apostando 300 mil pesos, ellos se van con Onix, ¿qué si nosotros le vamos a Prodigio?” Todos se quedaron callados, no sabían qué hacer pues de no fallar, Prodigio iba a ser el vencedor.
Al final no concretaron nada pues estaban indecisos, aunque se arrepintieron porque el tan esperado error de Prodigio nunca llegó y fue el ganador de esta competencia.
“Jugamos con la suerte”
Este oficio no es fácil, hay que tener en cuenta que se le está apostando a un caballo que, como cualquier otro, puede tener dificultades, estar de mal genio o simplemente sentirse incómodo. Nunca hay certeza de cuál va a ser el vencedor, por la mínima cosa un ejemplar puede perder.
“Es complicado saber quién va a ganar o quien no, no hay que olvidar que los caballos son animales y como tales hay días en que se levantan con ánimo, otros no. Eso depende de muchas cosas y uno nunca sabe cuándo van a cometer alguna falta”.
“A veces es muy contradictorio; por ejemplo, en la Mundial la gente que perdió con Prodigio fue mucha porque todos confiaron en él y nunca esperaron un error tan grande. Desde el principio fueron con mucha plata al caballo y lo sacaron. Hay veces en las que uno va seguro y cree que va a ganar, pero de un momento a otro los animales se descontrolan, se salen de casillas y ahí es cuando uno pierde”, afirma Diomez Vasco Baena, un reconocido apostador (foto).
Otro de los apostadores más conocidos de las ferias equinas es Alberto Grisales, conocido como Cristo, quien hace más de 30 años dedica su vida a los caballos. Desde pequeño está metido en este mundo y ha ido escalando poco a poco, viaja por toda Colombia para rebuscarse la plata de cada mes:
“Llegué a ser apostador porque en mi pueblo, La Virginia, Risaralda, un día hicieron una cabalgata y al otro día un festival equino. Fui y me quedó gustando, entonces lo que hacía era que estudiaba y ya después salía a las ferias, hasta que conocí gente. Empecé desde muy niño de feria en feria: hacía las apuestas porque me mandaban y así fue como fui aprendiendo. Después las empecé a hacer de cuenta mía y de eso he vivido durante todo este tiempo”.
A Cristo lo conocen como el más serio de todos, pues siempre ha cumplido con su palabra, es respetuoso y buena persona, dicen quienes lo conocen hace varios años. Se ha ido ganando la confianza de la gente y gracias a esto creen en él y les gusta confiarles sus apuestas.
Una de las cosas más complicadas de este oficio es estar moviéndose de un lado a otro: “Vivo con mis esposa y mis dos hijos. Ellos están en Risaralda, durante la semana estoy con ellos pero ya los fines de semana viajo. Lo más difícil es estar recorriendo Colombia porque en el país siempre hay ferias los fines de semana. Como vivo de esto tengo que ir, es muy escaso cuando uno descansa, en Semana Santa, cuando hay votaciones o de pronto cuando uno se enferma”, afirma Alberto Grisales (foto).
No hay ferias buenas ni malas
Para los apostadores son buenas en las que les va bien y malas en las que no, dice Cristo: “Hay exposiciones en que en la última competencia uno cree que va a ganar y pierde: sale uno solo con el pasaje. Como hay ferias en las que uno hace moñona y gana mucho. Entonces todas son iguales. Hay plazas muy buenas como La Copa América, Agroexpo, Expounaga y la Feria de las Flores”.
Para ser buen apostador es necesario observar mucho, poner atención no solo a los caballos sino también a los jueces, fijarse en los movimientos, estar atento a los errores, porque puede que haya cosas que todos vean pero aquí se pierde por detalles mínimos que muchos no perciben.
“Uno va de feria en feria mirando qué caballos han quedado campeones. Es importante aprende a asimilar lo que el juez está pensado, entonces uno tiene que aprender de ellos y basarse en lo que están juzgando, mirar cómo van los montadores, fijarse si los caballos están cumpliendo con su objetivo. Con eso uno va y busca apuestas. Hay gente que decide apostarle a sus propios caballos y como uno viene de exposición en exposición y sabe cómo se han dado las cosas, escoge otro caballo”, cuenta Diomez.
El estigma de la mafia
Muchos coinciden en que el mundo del caballo ha ido cambiado, que si bien se tiene estigmatizado con que solo hay cabida para los mafiosos, en los últimos años profesionales y empresarios se han ido uniendo al círculo.
Con respecto a esto, Cristo dice: “He conocido mucha gente en este gremio y considero que podría verse como un mundo muy pesado porque uno conoce gente buena, gente mala, gente muy especial… Entonces no es tan fácil”.
“Pienso que el mundo del caballo no es solo para los mafiosos. Lo que pasa es que antes, mientras que un empresario o una persona de bien sacaban un solo caballo, llegaba un mafioso con varios para una misma competencia. Entonces el volumen es muy diferente y es lógico que tenían las de ganar”.
“Para mí el caballo siempre ha existido para el pobre, para el rico, para todos. Lo que pasa es que ellos se van valorizando dependiendo de la persona que los tenga. Esto ha ido cambiado, ha evolucionado, usted ve odontólogos, ingenieros, gente profesional metida en los caballos”.
El mundo del caballo es muy amplio. Allí se puede encontrar de todo. Es la fuente de empleo de miles de personas, como esos que van apostando y que creen en ellos. Lo que sí es evidente es que en Medellín y en el Valle del Aburrá este animal juega un papel muy importante para muchos, pues han encontrado en ellos su modo de subsistencia.
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